2.2.09

13 casas y un estuche de sombras

Resulta que a lo largo de mi vida me ha tocado pernoctar en 13 casas:
1. El típico departamento en el que me tocó nacer porque ahí vivían mis papás y del que yo ni me enteré por tener sólo meses.
2. Después del rollo de mi mamá...me tocó caer al depa de mi tía polla, que siempre ha sido algo así como mi segunda, cuarta, décima casa porque siempre he estado on and off ahí, con o sin sus 5 hijos que son casi mis hermanos. Esa casa siempre fue un jolgorio pero no me dí cuenta hasta años después...
3. A eso le siguió la casa de mi abuela...en la que prácticamente pasé mis momentos más felices como infante porque era gigante. Al menos así la veía yo en ese entonces, porque luego con los años se da uno cuenta que más bien lo grande era una ilusión óptica por nuestro reducido tamaño al ser chilpas. Pero me cae que esta sí era grande porque organizabamos safaris con nuestra mascotas en su gran patio trasero que a mi abuela le servía además para invitar a los testigos de Jehová a sus convenciones.
4. Se acabó la burbuja, tuvimos que mudarnos a casa de una prima medio histérica por algunos meses, una experiencia nada agradable.
5. Luego nos tocó vivir en la casa de atrás de una casa, yo me sentía como Ana Frank pero sin el cautiverio...
6. Por fin, después de esa fue como si terminará la guerra y un nuevo mundo nos esperara. Nos fuimos a Puebla...ahí estuve muy feliz en una casa bonita, en un lugar bonito, con mucho sol, poca contaminación y demasiada tranquilidad que yo me encargaba de destruir con mi impetuosa adolescencia.
7. Como voy a contar todas mis moradas, cabe el turno de mi primer espacio compartido. De intercambio en New Orleans compartía cuarto con un pingüino franco canadiense de nombre Chantal. Todavía recuerdo sus open your lights or close the phone, era muy linda.
8. Para seguir con mi experiencia internacional, cuando fui intern en Washington DC, me tocó de roommate una Cristina, también canadiense pero de la parte anglofona...Gracias a Dios, dejó de fumar en el cuarto y aprendió a tender su cama. En ese momento comenzó nuestra felicidad.
9. En ese entonces regresé con mi tía pero cuenta como otra casa porque efectivamente se mudó a otra casa y una vez más me tocó el proceso de cambiarme. Recuerdo las primeras cenas sentadas en ladrillos porque la cocina tardó en ser instalada.
10. Salto a otro continente. Oceanía me recibió con los brazos abiertos en una experiencia multitudinaria. Un depa con 6 cuartos (uno para mí, otro para otro extranjero y cuatro para los nativos). Fue un maravilloso acto de tolerancia y armonía. (Aunque no me gustaba que Rob cocinara lamb chops a las 12 de la noche y sus olores y ruidos se metieran a mi cuarto, sí me encantaba ver canguros por la ventana).
11. Conejera 1. Ese lugar equivale al castillo de los cuentos de hadas, sólo que mi príncipe azul y yo nos instalamos en un depa soleado, amplio y cómodo en el sur de la ciudad al lado de un río de sonido relajador y con un hedor peculiar.
12. La isla. Volviendo a las islas, también incluiré mi estancia en la Universidad de Bradford en UK porque mi cuarto era pequeñisimo pero que para mí fue como encontrar un oasis en el desierto por los tres meses alejada de la burocracia.
13. Conejerita 2. Cambio radical. Con mucha paciencia llegaremos a tener una conejerita 2 a nuestro gusto porque la vida nos ha llevado a este último nuevo hogar de manera intempestiva pero hasta cierto punto afortunada. Mi filosofía para este lugar será de sombras de ojos. Juanita me dijo que ella acaba de encontrar unas que compró hace 20 años y nunca uso. Yo vi un estuche con un diseño perfecto y con todos los colores que cualquier mujer puede necesitar...pero si llevo 33 años sin él....me queda claro que nunca lo voy a necesitar. Así las cosas sólo compraré cosas que use y no cosas que tenga que buscar cómo almacenar como un estuche maravilloso de sombras. ¿Para qué ir por la vida cargado?

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