1.12.09

La propina

Tengo una amiga filosísima. Cuando digo filosísima quiero decir que ella es como mosquetera, siempre trae la espada desenvainada. Antes de ser mi amiga fue mi compañera de trabajo y en entonces recuerdo muy bien como ella era el último recurso para cualquier proyecto. Si alguna persona estaba flojeando, era presa de la indecisión o simplemente se le había ido el avión en un franco descuido, llamaban a mi amiga para meterlo en cintura. A nadie le gustaba mucho que digamos que llegara mi amiga con su espada (lengua) desenvainada y su arrojo (actitud) dispuesta a tener un duelo (Fight! Fight! Fight!). De hecho eran muchos los que se ponían la pila con tal de evitarla. Trabajar con una persona así no es fácil, es muy exigente y perfeccionista en extremo con ella misma y con los demás. Y bueno, ¿Qué esas no son buenas cualidades? La neta, sí son, pero a nadie le gusta que le digan que se apure, que algo de su trabajo está mal, que es una estupidez, que es poco profesional porque no cumple sus compromisos. Es una experiencia muy fuerte. Yo me siento afortunada de que seamos amigas, es brutalmente franca pero también es cariñosa, empática e interesante.

Hace unos días comimos juntas y se quejó con el mesero de varias cosas. Lo típico:

  • el tamaño de una bebida era minúsculo y su precio mayúsculo,
  • el mesero mintió sobre la disponibilidad de un platillo, dijo que ya no había y era demasiado temprano para que se hubiera acabado,
  • el café estaba frío y
  • no le dieron cuchara para remover el azúcar.

Además de señalarle al mesero todos estos detalles, al final me informó que no dejaríamos propina. No me sorprendió nada porque es el tipo de actitudes que ella tiene, pero lo que sí me sorprendió fue mi actitud. Externamente estaba de acuerdo, internamente, me sentí culpable. ¿Pero por qué diablos me sentía culpable? ¿Por la costumbre de dejar propina? ¿Por pensar que el mesero podría estar ganando muy poquito y las propinas eran la parte más importante de su ingreso? ¿Por parecer coda? ¿Y eso qué? Estamos acostumbrados al mal servicio y a dar “propina” por ello, una vez más en México no se castigan los errores, simplemente se pasan por alto.

Hoy cuando fui a comer, se tardaron horas en atenderme, se estaban peleando para ver quién NO me atendía porque todos los meseros estaban muy ocupados, no me dieron pan aunque 20 minutos después alguien me dijo que lo traería y sorpresa, nunca llegó, tampoco llegó el popote que pedí y bueno para mi mala suerte me senté cerca del área de juegos, así que los niños que pasaban corriendo de ida y vuelta a mis espaldas, dejando una estela de juventud a su paso tampoco me tenían de lo más cómoda.

Cuando fui a pagar, la cajera me preguntó si me habían atendido bien y yo recordando a mi enérgica amiga, le contesté que no y le comenté por qué. Lo único que me dijo fue: le ofrecemos una disculpa. Lo mejor fue que el señor que había pagado antes que yo escuchó mi queja y la respuesta de la cajera, en ese momento se regresó a quejarse también porque su comida estaba quemada. ¿Entonces, con disculpa todo se arregla? Lo bueno es que el Gerente estaba por ahí y cuando se unió a la disculpa le dijimos que más bien tomará nota y mejorara el servicio. Obvio no dejé propina y ya no me sentí nada culpable.

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