19.2.10

Los caballeros galantes: ¿Una especie en peligro de extinción?

He oído a muchas mujeres decir: A mí no me gusta que me abran la puerta, para qué si yo lo puedo hacer sola. He visto a otras tantas caminando junto a la banqueta mientras que sus acompañantes masculinos van del lado de la pared. Pero nunca he escuchado a ninguna quejarse de que los hombres no le ceden el paso para entrar al elevador. Aunque sí he visto a algunas que se quedan esperando a que les abran la puerta, a otras que se cambian de lado cuando caen en la cuenta de que vienen caminado del lado “equivocado” en la calle y también, me he fijado en la expresión que queda en la cara de las que tienen que entrar al elevador después de uno o varios hombres.

¿Qué piensan los hombres al respecto? Me atrevo a escribir que a algunos ya no les preocupa, vaya ni siquiera se dan cuenta de que hay una mujer por ahí y que sería cortés cederle el paso.
He escuchado a hombres decir que eso qué importa, mientras que otros alegan convencidos que la sociedad ha cambiado y que si la mujer ha exigido igualdad por muchos años, la falta de consideración de hombres hacia mujeres es sólo un resultado de su exigencia. ¿Por qué diablos hacer el esfuerzo de dar la vuelta para abrir la puerta del coche a una fémina? ¿Por qué cambiar de lado cuando caminamos en la calle? ¿Y por qué ceder el paso a una bola de viejas que llegaron después que yo a la entrada del elevador?

La respuesta es muy simple. Un hombre puede en efecto escoger entre hacerlo o no, nadie o casi nadie le va a reclamar por ello, la consecuencia en la mayoría de los casos será simplemente una expresión de molestia en alguna mujer que el hombre ni notará y quizá una imagen negativa de el tipo en cuestión para algunas.

La imagen negativa de un hombre comienza a construirse a partir de saber si es o NO es un caballero galante. Un hombre podrá ser muy guapo o no, tener mucho dinero o no, tener muy buen verbo o no y aún así, gustarnos. Y si ese mismo hombre es amable, atento y cortés puede gustarnos aún más.

Por más que las mujeres estemos clavadas en la equidad de género, no podemos negar que una galantería no le cae mal a nadie. Y no me refiero a flores o regalos, sino a esos pequeños detalles que ya mencioné antes, que hacen la diferencia entre los caballeros que consideran que tener atenciones con el sexo femenino es anticuado y ya no es la onda y los que aman y disfrutan la presencia de las mujeres, y con sus actitudes nos hacen sentir consideradas, especiales y halagadas.

Esto de los hombres galantes, me remonta a la niñez y sus episodios de violencia infantil. Cuando un niño le pegaba a otro niño era normal, nadie se asombraba, pero cuando le pegaba a una niña todo mundo se sacaba de onda. Lo más habitual era que la maestra le dijera al niño que le pidiera una disculpa a la víctima y asunto arreglado. Aunque claro eso era seguido por el regaño materno:” Fulanito, a las niñas no se les pega, no se les toca ni con el pétalo de una rosa, eeeehhh.

Ya en la adolescencia no se daba eso de que los chavos les pegaran a las chavas (por lo menos no abiertamente), pero lo que si se notaba era que había algunos que sí sabían tratar a las chavas mientras los demás no sabían ni como dar el primer paso. Viéndolo en retrospectiva, caigo en la cuenta de que los que sí sabían tratar a las chavas eran los que para empezar tenían esos detalles mínimos de cortesía con ellas y así iban sumando puntitos a su imagen. Sí, desde ahí comienza a notarse la galantería.

¿Entonces hay que ser galante o eso ya no tiene onda? Cada hombre que decida si lo quiere ser, total, si lo es nos encantará y si no lo es puede que algunas mujeres lo consideren mal educado y grosero. Que cada quién escoja.

Ya sé que este post es tipo Gaby Vargas pero necesitaba un espacio de levedad porque mi mente sigue procesando el atraso de nuestra nación, el secuestro del que nos tienen presa los sindicatos, las matanzas de Juárez (las muertas y los chavos), los 100 días, el narcotráfico y las reglas que han impuesto, el atraso educativo, la cultura de corrupción, amiguismo y oportunismo que predomina entre los mexicanos, la Reforma Política, los comentarios brutalmente honestos de Javier Aguirre, la falta de visión para definir el rumbo del país y esa lista interminable que todos conocemos. Necesitaba distraer mi mente en cosas menos intensas

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