No sé en qué momento me acostumbre a usar pantalón porque hasta donde me acuerdo, todo el kínder, la primaria y secundaria, traía uniforme de falda. Cuando llegué a la prepa, resulta que ya no había uniforme pero mis amigas y yo acordamos usar uno y nos compramos una falda igual para andar en sintonía. Creo que en la universidad me puse falda 5 veces y otras 5 contando cuando iba a la playa. De pronto empecé a notar que faltaban faldas en mi guardarropa y me di a la tarea de cazarlas, no fue fácil, cada mujer tiene su gusto y #yoconfieso que mis gustos son difíciles de complacer por lo que me tardé en encontrar prendas que me gustaran, porque hay de faldas a faldas, veamos:
- Chiquifalda. De esas que sólo te tapan las pompas. Obvio que tengo de esas y obvio que las uso para la playa solamente. Estoy segura de que @anavasquezc coincidiría conmigo en que de acuerdo a la #ETIQUETA no hay otro lugar en el que puedas usarlas sobre todo si son demasiado cortas.
- Minifalda. Arriba de la rodilla, sexy, llamativa y no la más apropiada para usarse en la oficina, a menos de que quieras generar suspicacias sobre tu personalidad. Aceptémoslo, nuestra sociedad todavía no supera algunos prejuicios y etiquetas.
- Faldas largas o faldas pantalón. Hasta el tobillo, algunas pueden verse muy elegantes, aunque en una encuesta laboral sesgada, mis compañeros de trabajo opinaron que las mujeres que usan faldas largas proyectan una imagen más hippie que profesional.
- Faldas rectas, de tubo, de vuelo a la altura de la rodilla o justo debajo de ella. Personalmente creo que estás son las mejores para la mujer profesionista. Un buen traje sastre de falda, inmediatamente hace notar a una mujer que trabaje en un Club de Tobi, es decir en casi toda oficina.
Imagínense una reunión entre 10 hombres y una mujer con un traje sastre impecable, uñas con manicure, peinado, maquillaje y accesorios discretos, ella sobresale y la primera vez que hable TODOS voltearán a mirarla. Claro que si habla sin sentido, habrá perdido todos sus puntos y ya no le servirá de nada la atención inicial, pero si tiene argumentos e ideas claras e inteligentes, comenzará a ganar terreno. Lo he visto pasar.
Una de esas faldas bien puestas es la del traje sastre de la dama de hierro, Margaret Thatcher que luce en su escultura de bronce colocada en el Parlamento inglés tendrá siempre un dejo de autoridad muy femenino.
Pero suficiente de cavilaciones falderas, terminaré diciendo que el moño, el tirante o la falda pueden sin duda afectar la imagen de una mujer en el contexto laboral, pero siendo francos también pueden llamar la atención si se utilizan de manera adecuada considerando el entorno en el que cada una se desenvuelve y a lo que aspira. La realidad se impone y con falda o con pantalón, el “techo de cristal” con el que se topa el sexo femenino sigue existiendo y tanto en política como en el mundo corporativo del sector privado son contadas las posiciones de liderazgo que ocupan las mujeres, pero estemos conscientes del poder de la falda y no me refiero al poder de traer falda y llamar la atención, sino al potencial que tenemos las mujeres y que a veces no nos atrevemos a aprovechar. Es decisión de cada una “desarrollarse de acuerdo con su naturaleza, sin imitar a los hombres” porque ni falta hace.
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