10.6.10

El mundial obligado

Mañana empieza el mundial. Normalmente me valdría gorro que comenzara el mundial aunque por nada dejaría de ver los juegos de México, como lo he hecho desde que me acuerdo. Ponerse la “verde” cada 4 años y sacar la tensión de la vida a través de la emoción de los partidos es una forma de contagiarse de esta fiesta del mundo. Si no me fallan las cuentas, 32 países jugarán por la copa del mundo con una población que sumada representa más o menos unos 1,538 millones de personas. Muchos de ellos son población cautiva porque sus selecciones pisarán las canchas pero hay toda una bandota que igual ve el mundial aunque su equipo no haya calificado.

En la oficina ya hay quiniela, 65 personas aportaremos doscientos pesos para entrarle. El que gané se llevará una lanita. Vale la pena la inversión y más aún, la diversión. En este 2010, Panini se lucio con su álbum. ¿Cómo no juntarlo si hacerlo es un pretexto para recordar la infancia, ejercitar la memoria, convivir y hasta hacer nuevos amigos? Me faltan 23 estampas para llenarlo y eso que comencé el viernes pasado. Como si eso no fuera suficiente me convertí en cazadora de la camisa negra del uniforme de la selección. Cada centro comercial que voy hago la parada obligatoria en Martí, Adidas, Palacio de Hierro, Sears y Liverpool pero NO HAY. Por cierto, tanto peregrinar para que ayer me topara con ambulantes vendiéndolas en el semáforo de la esquina, parecen originales pero mejor no me arriesgue. #DiNOalaPiratería.

Pero…momento…si a mí no me gusta el futbol. Nunca veo las finales y menos los partidos de liguilla. ¿Qué pasó? Me pasó que la realidad me obliga a ver el mundial como un break entre tanto problema local, nacional y mundial, en serio, con gusto o disgusto por el futbol, este evento es una oportunidad única de entregarse a un frenesí compartido por tantas personas como nos podamos imaginar. ¡Qué envidia les tengo a los que van! No importan las 36 horas de viaje, el fiestón que habrá en la tierra mundialista las vale.

Y aunque el mundial no resuelve problemas, ni detiene asesinatos, ni robos, nos va a alivianar por un mes en el que millones de personas estaremos conectadas por un juego. Suena absurdo, casi tribal, pero la crudeza de nuestro contexto nos obliga a disfrutar el mundial y así tomar un respiro que sabrá a juego, emoción y júbilo. ¡Venga esa fiesta mundial!

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